Soy el hombre que no nació y la
mujer que nunca vivió, y nunca mi cuerpo y mi alma lograron coexistir en este
mundo, porque la estirpe en la cual nacería fue aniquilada en la conquista de
América, porque mi madre fue secuestrada por la dictadura militar y nunca
volvió a aparecer, porque mi padre fue a la Guerra de Malvinas a los dieciocho
años, porque nunca nacieron ya que mis abuelos fueron aniquilados por la bomba
de Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial, y, de la misma forma, debido a que
eran judíos, fallecieron por los
tormentos sufridos en Auschwitz y porque mi madre, embarazada de mí, acaba de
morir en un bombardeo sobre Siria.
Quién sabe si esos seres que
forjaron que mis posibilidades de existencia mermaran, con una vida más digna, o
una familia más comprensiva y buena, o una mente fuerte hubiesen sido otros
entes. Y quien sabe si yo, al surgir en esta tierra, hubiese sido un individuo
que luchase por la paz, o que ni siquiera hubiese necesitado luchar por algo
que era natural. ¡Quién sabe! ¿Quién sabe si yo hubiese sido el padre de la
próxima gran pacifista, o hubiese sido la madre del próximo gran pacifista?
No pienso ni existo en esta
población humana, pero imagino – desde mi figura astral – que algunos países ni
siquiera existirían de la forma en que hoy los conocemos, y sé que mi madre
hubiese estado creciendo en Paraguay y hablando con sus amigas en guaraní, o
comiendo dangos y bebiendo té verde mientras observaba los cerezos en flor en
algún lugar de Nagasaki, o festejando Pésaj, o haciendo el ayuno de Ramadán,
festejando el nacimiento de Jesús en Navidad, o disfrutando con su familia en
Estados Unidos del Sur si no hubiese sido asesinada por el Ku Klux Klan, o
hubiese estado correteando por los jardines de su hogar si no hubiese muerto en
Vietnam del sur...
Algún día, se encontraría con mi
padre en una pulpería, en una biblioteca, en un teatro, en una librería, en una
cafetería, en un cine, en una calle, en una escuela, en una iglesia, en un
templo, en la universidad, en una fiesta o por ahí hubiesen sido vecinos o
amigos de toda la vida. Y ambos habrían conversado, reído, llorado, peleado y
se habrían reconciliado. Habrían proyectado una vida juntos, habrían tenido
objetivos en común, habrían sido personas felices, tristes, habrían muerto
juntos de la mano, se hubiesen separado, quedarían viudos. Los sentimientos se
hubiesen tornado recuerdos…
Y yo hubiese surgido en el seno de
mi madre por compromiso, por accidente, por una borrachera, por amor… y el amor
se hubiera tornado carne; y habría nacido y crecido en un mundo positivo, uno
en el que mis padres me hubiesen criado bien o mal, con riqueza o con pobreza,
con o sin herramientas para darme una buena educación, con o sin conocimientos
de cómo hacerlo, pero no hubiese conocido grandes matanzas, torturas, ni
desastres…
Habría crecido yendo a una escuela
pública, a una escuela privada, siendo educado en casa, trabajado en una
empresa, en un quiosco, en un hospital, estudiado en una universidad, en una
biblioteca porque no podía pagar mis estudios, en un terciario; y hoy sería un
doctor, una doctora, un científico, una científica, un actor, una actriz, un
escritor, una escritora, el mejor o el peor en mi labor, una gran persona o una
persona promedio…
Ya ni importa; el punto es que
sería una pieza de este gran mecanismo: la humanidad. Pero esa pieza, junto con
aquella, y esta otra, y la de la punta, y ¿cuántas más? Son incontables, no
están. El rompecabezas, el mecanismo, el engranaje no funciona como debiera,
porque aquellos sueños truncos que enfermaron la cabeza de quienes masacraron
el mundo, masacraron también a los que nunca tuvieron la posibilidad de ver un
árbol, de ver el cielo…
¿Y cómo es que el hombre, siendo un
ser inteligente, no puede darse cuenta de que es un ínfimo punto en la vastedad
del Universo? ¡Es un ser que no puede controlar cuando nacerá, ni cuando
morirá, ni los latidos de su corazón! Pero su ambición es mayor, y su deseo de
poder destruye.
Y pensar que tanta gente que
decidió usar su mente para beneficiar al mundo, para luchar por los derechos
humanos, para curar a los enfermos…, pensar que muchos de ellos murieron
asesinados, que fallecieron en el peor grado de indigencia, que estuvieron al
borde de irse al otro mundo, que conspiraron contra ellos, que están o
estuvieron encarcelados por el simple hecho de querer salvar al mundo de las
manos del mal. Personas racionales, humanos con un gran corazón, imbuidos de sabiduría,
grandes intelectuales de disímiles siglos, muchos considerados tontos por los
prejuiciosos o grandiosos por unos pocos, tan humillados por la crueldad…
Sin embargo, a pesar de lo que
sufrieron, me hubiese gustado nacer para ser como ellos: para proclamar la paz,
para socorrer a quienes sufren, para auxiliar a los enfermos, para luchar por
los derechos de todos, para enseñarle al mundo de una vez por todas que las
naciones estamos hechas para la benevolencia, y no para el individualismo.
Tenemos lo que quienes creen llaman libre albedrío, un libre albedrío que debe
ser utilizado a merced de la humanidad.
Quién sabe…, quién sabe si la vida
me hubiese dado mi media naranja, o como alguien dijo – quién sabrá quién fue
el que existió e inventó esa frase – tu otra naranja, no media. Entonces yo me
hubiese casado, o no, y hubiese sido madre, padre, o no, y hubiese tenido
hijos, hijas… o no, y hubiese tenido un compañero, o una compañera que me
ayudase en mi camino de salvación de la Tierra.
Y hubiese muerto de viejo, o de
vieja, o de enfermo, o de enferma, o por el simple hecho de que fui arrollado
en la calle por un auto, o morí súbitamente esperando a una persona en mi
hogar…
No lo sé…
Entonces, a medida que se barajan
las posibilidades de lo que hubiese sido y no fui, se llega a la conclusión de
que fui asesinado. Y no por la naturaleza, ni por un ser, sino por una sola
raza: la humana. Porque fui despreciado por todo tipo de naciones, en todas sus
lenguas y costumbres, porque fui odiado u odiada por grandes y pequeñas
civilizaciones, porque, al parecer, mis padres no merecían conocerse ni dejar
descendencia por su “inferioridad racial”, porque, al parecer, esas personas
que tan cómodas esperan que una bomba detone no piensan que, en su deseo de
satisfacción, están hiriendo a millones de seres inocentes involucrados en algo
que no saben ni quieren saber.
Desde antes de ser creado, desde
antes de que mis padres se hubiesen desarrollado, desde antes de que mis padres
se hubiesen conocido, desde antes de que mis padres se hubiesen abrazado, amado
y me hubiesen erigido, fui eliminado de todo pensamiento, esperanza y sueños
habidos y por haber.
Lamentablemente, el hombre aún no
es racional como se autoproclama, debe adquirir una profunda sabiduría, que le
permitirá eliminar de su mente sus ambiciones y envidias, transformar el mundo
en algo bueno sin perjudicarse a sí mismo ni a sus descendientes, darse cuenta
que en su cultura y en la del otro hay una riqueza de pensares y costumbres que
le dan una belleza particular a las sociedades, y así, llegar la Paz.
Y cuando esto suceda, mis padres se
conocerán, y yo naceré…
Y yo también…
Y yo…
Comentarios
Publicar un comentario
¡Deja tu comentario! <3