Microrrelato publicado en la Antología de terror Ombra de Tahiel Ediciones. Año 2020.
Ahogué un grito
cuando una sombra se acercó a centímetros de mi rostro. Sus manos gélidas
rodearon mi cuello al mismo tiempo que los pasos sonoros de un ser incorpóreo
se acercaban desde la cocina hasta el borde de mi cama.
Mi nerviosismo
aumentaba, sentía que el aire se esfumaba y moría lentamente: el ente invisible
marcaba sus huellas como si fueran cenizas y, a medida que conseguía acercarse,
la presión en el pecho se volvía más pesada.
Sólo podía mover
los ojos, ojos que observaban la oscura habitación sin esperanzas y anegados de
desesperación.
—Tranquila, estoy
a tu lado —susurró mi esposo. Mi cuerpo reaccionó y, por un momento, todo se
desvaneció. Suspiré aliviada y pude sentir que recobraba el movimiento, hasta
que observé que su sonrisa se desfiguraba para mostrar un rostro indescriptiblemente
aterrador y una risa que en pocos segundos mutó de tierna a cínica.
Era tarde: el
demonio se había escondido en las cobijas.
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