Publicado en la 8° Antología de Poemas y Relatos de Autores de La Matanza. Año 2023.
Julio despertó sobresaltado al oír los
gritos feroces de sus padres, que discutían en un intento vano porque ya no
había amor que salvaguardar. No pudo volver a soñar pues luchaba por evitar un
sollozo inminente.
Horas después, el niño fue al colegio mal dormido,
mal comido y maltratado. Se sentó en su banco y luchó por prestar atención,
pero sus ojos se cerraron y no pudo hacer nada para evitarlo. Sus pesadillas se
mezclaron con los improperios de la maestra que, inconsciente de tener frente
suyo un niño cuarenta años menor que ella, amenazaba con desaprobarlo,
amonestarlo y llamar a sus padres.
Lo retaron tanto ese día que sus pequeñas
lágrimas se mezclaron con la lluvia atroz que se sacudió mientras volvía solo,
desabrigado y a pie a su casa.
Abrió la puerta de entrada: la casa estaba
vacía. Su madre trabajaba hasta las ocho de la noche, y su padre llegaría dos
horas después. En la heladera, una pequeña porción de lasaña fría era la que
llenaría su estómago.
Un ladrido, una lengua fuera y una cola
larga y joven moviéndose velozmente llamaron su atención. El cuerpo del animal
saltó al niño que, riendo, recibía los lengüetazos del perro, besos fieles,
eternos y puros. La lluvia cesó y Negro y Julio jugaron toda la tarde con
ramas, pelotas y amigos imaginarios.
Y el dolor, por un momento, cesó: era amado
incondicionalmente.
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